V de Vina

… Después de eso, bajó el volumen del dolor y bajó también mi grado de conciencia con respecto a la realidad y el ahora dejaba de ser ahora para convertirse en una versión casi muda de una película en colores. Intenté entrar en pánico pero me resultó imposible así que hundí mis zapatillas en el agua hasta mojarme los calcetines y me dí cuenta que no me dolió la ausencia, la escasez de palabras, el exceso de culpas implantadas, la falta de protección, el constante desamor; me tiré de bruces sobre la maleza mojada de las siete de la mañana y me puse a llorar con toda la pena del mundo. Lloré sobre esa maleza de mierda, con olor a alergia, con ese rocío pegajoso que parece bilis vomitada y me pregunté si ella habría pasado por ahí durante la noche. Lloré por ella, lloré por mi y por todo lo que había pasado hasta entonces y cuando me sentí mejor, recogí mi cuerpo del suelo y me fui camino a la casa a tomar una ducha.
Ella se había ido y esta vez quizás sería yo quien la siguiera, para variar las cosas. Dos horas más tarde acompañaba al Mario que hacía un hoyo en su pared:
– Así nomás son los gatos – me dijo.
– Así nomás…

~ por Cata en febrero 19, 2009.

Una respuesta to “V de Vina”

  1. Cada una de tus palabras me hizo revivir la partida del Peluso, el 1 de noviembre del año que llegamos a San Felipe…. Recordé también el corazón que se formaba en su guatita cuando se ponía a elucubrar acerca de … la vida, creo yo. Y óomo escalaba por mis jeans hasta mi cintura y luego se lanzaba al suelo y corría hasta por las paredes. Se me alegró el rinconcito del corazón que le pertenecerá para siempre, mientras yo dure.
    Pensé en esos días que por todo el cariño que nos teníamos, él sólo quiso evitarme el dolor de verlo irse al cielo de los gatitos.

Deja un comentario